Por Esteban Salinas, especial para 0223.
Facundo Alvanezzi, experimentado entrenador de divisiones inferiores, dio una entrevista que se convierte en una clase magistral sobre las falencias en la formación de los futbolistas argentinos
Me siento ante la tele, control remoto en mano, como debe ser. Cambio una y otra vez de canal sin saber exactamente a dónde quiero llegar, hasta que me encuentro con una imagen algo familiar. “A éste lo conozco”, me digo. Y de inmediato reconozco al personaje en cuestión. Era el exfutbolista argentinoSantiago Solari, en una entrevista para el programa de televisión Puro concepto, con la conducción deJuan Pablo Varsky. Me interesa, le doy descanso al dedo pulgar de la mano derecha, me relajo, y me encuentro con una frase del ahora entrenador de divisiones juveniles del Real Madrid, en la que indica que “no existe más, como hace treinta años, entrenar la parte física aparte, ni siquiera en los períodos de pretemporada, y sobre todo en etapas formativas”. Me quedo pensando, no es la primera vez que escucho algo así.
Tomo el teléfono, busco en la agenda, toco la pantalla y el aparato empieza a llamar. Cuatro segundos después escucho el “¡Hola!” que estaba esperando. Del otro lado, Facundo Alvanezzi, un experimentado entrenador y formador del fútbol infantil y juvenil que, por asuntos personales, volvió de Europa a Mar del Plata hace unos meses.
Quedamos en vernos en un bar al día siguiente. Viene de varios años en Suiza, trabajando en las inferiores del Basilea, y sabía que estos encuentros bien argentos a él le encantan; y los estaba extrañando.
-Un cortado… en jarrito.
-¿No vas a comer nada?
-No, me estoy cuidando.
- Estás en Mar del Plata, comete un alfajor de chocolate o la mejor medialuna del mundo…
-Está bien, me convenciste.
Así empezó el encuentro. Alvanezzi, siempre con una sonrisa y ese color envidiable en la piel gracias a andar al aire libre que le da correr por la costa y disfrutar de su ciudad, después de tantos años. Y así siguió:
- Nunca me pude acostumbrar al frío europeo. Por eso acá aprovecho el clima. Pero lo que más me gusta es reunirme así, a tomar un café o a cenar y charlar entre amigos.
- Pero vas a volver a Europa…
- Sí, seguramente pronto estaré trabajando nuevamente allá.
- ¿No te gustaría dirigir a juveniles en Argentina?
- Me encantaría, pero evidentemente, después de toda una carrera, de tantos años y de tantas experiencias, voy a tener que volver a volcar todo lo que aprendí, en el exterior. Acá se me hace muy complicado por el sistema, porque los famosos proyectos de formación no pueden perdurar en el tiempo.
- ¿Por qué pasa eso?
- Porque en Argentina el fútbol resultadista es el que manda.
No entiendo la locura existencial que hay en inferiores por obtener un resultado a como dé lugar.
Llegan los cafés. Abrimos los sobrecitos de endulzante dietético como si con eso fuéramos a apaciguar los efectos de los alfajores, y seguimos. El gesto de Alvanezzi cambió. Al tocar estos temas se pone más serio.
- No puedo entender la locura existencial que hay en las divisiones inferiores por obtener un resultado a como dé lugar. El entrenador debe tener en claro que el jugador se tiene que dedicar pura y exclusivamente a jugar, olvidándose del resultado. Yo a los puntos los quiero tener arriba; no me interesa abajo, en las inferiores. En Europa, como me pasaba en Basilea, los dirigentes me decían “Facundo, trabajá tranquilo que nosotros lo que queremos es que el jugador de 16, 17 ó 18 años, llegue bien preparado para jugar en Primera División, la Champions League o la Europa League”. Allá no interesa un título en novena, sexta, etc. Si llegan los trofeos, bienvenidos, será consecuencia de un buen trabajo, pero no es el objetivo.
- ¿Qué se busca, entonces?
- A mí me interesa que cuando un jugador llegue a primera, tenga los conceptos definidos acerca de cómo parar una pelota o iniciar una segunda acción, cómo triangular, de qué manera jugar en horizontal para cambiar a una acción en vertical, cómo formar parte de un esquema de posesión, o realizar un fútbol depressing con un equipo corto de 35 o 40 metros. Y también es fundamental saber cómo correr.
- ¿Hablás de aprender la técnica para correr mejor, como en atletismo?
- No, me refiero a que en el fútbol argentino se corre muchísimo, utilizando mal la proporción de los metros que se recorren. En Europa se corre mucho menos, manteniendo más la posesión de la pelota. Lo que no significa que haya que correr más o menos, hay que correr mejor.
Ahí está, él solito me llevó al punto por el que lo había llamado –y como la charla venía tan interesante, me estaba empezando a olvidar-. Aquella entrevista de Santiago Solari en la que asegura que en el fútbol europeo ya no se realizan trabajos exclusivamente físicos, sino que todo se hace con la pelota.
- En mis etapas como jugador y entrenador, en Europa se corría mucho menos de lo que se corre acá en Argentina. En los entrenamientos o en las pretemporadas se utiliza la pelota como algo prioritario e indispensable con lo cual vos vas a resolver el día del partido. Y cuando los entrenamientos son tan intensos, de una hora y media o un poco más, basados sobre la posesión de la pelota desde el inicio, en el desarrollo y en la conclusión, hay que hacerlo todo con el balón. No necesitamos ni las pasadas de mil, ni el levantamiento de pesas, ni las pretemporadas en la arena. ¡Ojo, que no digo que eso esté mal! Simplemente es otra metodología de trabajo que a ellos les ha dado un muy buen resultado, y que a nosotros, evidentemente, no nos permite competir de igual a igual desde el nivel del juego.
- ¿Y técnicamente?
- Técnicamente, en Sudamérica hemos retrocedido una enormidad, porque no se trabaja. Es más, se suplanta la parte técnica por la parte física o táctica. Entonces, dejamos todo librado al azar para que el jugador le resuelva los problemas al director técnico. Yo siempre digo que quiero que todos la toquen y que nadie la tenga. Eso te arma un ritmo fluido y una concepción de juego en equipo, de asociación, de fútbol colectivo…
- ¿Y eso se puede trabajar en las inferiores?
- Eso se debe trabajar en las inferiores.
- ¿Y por qué en Argentina no se hace?
- Por lo que te decía del fútbol resultadista. Porque no hay proyectos a largo plazo.
Es importante que el chico crezca jugando. Pero también es fundamental que el futbolista, aun siendo grande, no pierda nunca la alegría por jugar.
Volvimos al comienzo de la charla. Facundo hace un intervalo, toma otro sorbo de café y nuevamente hace hincapié en el hecho de estar reunidos, tomando algo y charlando. Parece que en Suiza esto no es tan común. Y de inmediato vuelve al fútbol. Es un apasionado.
- No te hablo de seis meses, un año o dos; me refiero a ciclos de cinco años para ver a dónde podemos llegar. Necesitás al menos tres de estos ciclos para saber si la formación está bien desarrollada. El problema pasa cuando no contás con esos tiempos, que son insustituibles. Las etapas madurativas del futbolista van de la mano del formador, del entrenador y del dirigente deportivo. Si no existen esos tres pilares es muy difícil que a futuro tengas jugadores de jerarquía.
- ¿Y dónde se notan las falencias de los futbolistas argentinos?
- Se notan en el momento en que son transferidos al fútbol europeo. Si antes se iban por ocho o diez años, hoy en seis meses están de regreso. Esto es porque todas las etapas de tecnificación, de posición, de tácticas y estrategias, de visualización en el campo para desarrollar un determinado nivel de juego, no las tienen. Y eso es como una rueda. Al no tener el concepto, el dirigente y el director deportivo, no lo tiene el entrenador, no lo tiene el formador, y entonces tampoco lo tiene el futbolista.
- ¿Y los chicos no aprenden todo eso porque desde las inferiores imitan lo que hacen los grandes; o sea que buscan ganar como sea sin elaborar juego?
- Algo de eso hay. El problema es que en las inferiores, muchas veces, los entrenadores quieren que los chicos jueguen como juega el primer equipo, cuando nos estamos olvidando de que en las etapas de formación, un adolescente de 15 años tiene que elaborar. De lo contrario, a un jugador talentoso, con genialidad, que tiene chispa y capacidad creativa, lo perdés porque lo estás obligando a mirar el espejo de la primera, donde los objetivos son otros. Ahora, si tenemos un buen espejo en el primer equipo, que nos sirva para identificarnos, como en Basilea, Barcelona, Bayern Munich, todo se traslada hasta abajo; todas las categorías inferiores deben imitarlos. Pero esa es una decisión dirigencial que debe tomar cada club, porque si vos tenés un jugador que es creativo, que tiene genialidad, y lo trasladás al primer equipo donde lo único que interesa es el resultado, el fútbol trabado, el tirarse a los pies, todo corazón, garra y esfuerzo, ahí desvirtuamos la tarea y ese chico no podrá seguir avanzando.
- Tenemos, entonces, una paradoja.
- El tema es que en Argentina no hay una línea de trabajo, como sucede en Europa donde las federaciones te bajan todos los lineamientos para jugar con un sistema definido, que te puede gustar más o menos, pero está definido y todos los clubes deben acatarlo. Como eso acá no existe, cada equipo juega como le parece, buscando resultados inmediatos y olvidando la base, que es el juego.
- En Argentina se juega con mucho temor, el famoso miedo a perder.
- Es que, principalmente en las etapas formativas, hay que aprender a convivir con el error. Yo considero que es vital el error individual y el colectivo como parte fundamental del aprendizaje. Nadie convive siempre con la virtud del acierto, ya que desde el momento mismo en que comenzamos a jugar, equivocarnos mucho hace que aparezcan los aciertos futuros. Pero si tenemos miedo a equivocarnos, nunca vamos a intentar y, entonces, se nos hará muy difícil crecer.
Es muy importante que el chico crezca jugando, porque esto es un juego. Pero también es fundamental que el futbolista, aun siendo grande, no pierda nunca la alegría por jugar. Como ejemplo, valga esa manera casi infantil y de fascinación por la posesión de la pelota que tiene Pep Guardiola. Él hace un culto del juego. Para él es lo mismo el chiquito de 5, que el jugador de 30. Todos tienen que jugar. Por eso en sus equipos se trabaja tanto de cara al juego.
El café se acaba, queda lo del fondo de la taza, sin espuma, tibio… pero la charla no termina. Y si fuera por Facundo, esta conversación sería infinita. Habla y enseña. Escucha, presta mucha atención, y aprende. Trata de aprender un poco de todo. Hasta de periodismo. Pero yo también soy de esos, y sigo preguntando. Y seguimos hablando de fútbol.
- La formación es fascinante, porque te obliga a estar continuamente preparado. Arranca desde que el chiquito tiene 4 o 5 años. Y de ahí, hasta los 20 o 21, trabajando en ciclos de cinco años. De 5 a 10, de 11 a 15 y de 16 a 20 años.
- ¿Cómo se divide ese trabajo?
- En la primera etapa debe ser un fútbol lúdico. Todo se tiene que basar en los juegos, con mucho contacto con el balón. Los chicos van reconociendo el tiempo y el espacio donde ubicarse.
- ¿En esas edades ya hay que ponerles una ubicación en la cancha?
- La posición es indistinta. Normalmente, en esas edades, los chicos corren todos detrás de la pelota. Recién a partir de los 8 o 9 años ya vas indicando una posición, pero si hay algo a lo que tiene que estar atento el formador, es que el jugador te va indicando dónde quiere jugar. Eso es uno de los tantos detalles por los que el formador tiene que ser un gran observador y un gran oyente.
- ¿Con cuántos chicos por categoría se trabaja en Europa?
- Allá, por cada plantel de juveniles hay 18 chicos. Los clubes tienen más, pero los mandan a las filiales, donde entrenan y juegan igual que en el equipo principal. Entonces, cuando se necesita un jugador se hace muy fácil incorporarlo y podrá jugar sin problemas de adaptación en la posición que el DT le designe. Eso acá no sucede, porque cada uno juega a su manera; no se realizan trabajos en equipo.
- ¿Cómo se trabaja en la segunda etapa, entre los 10 y los 15 años?
- Aquí se empiezan a trabajar más intensamente los fundamentos técnicos, tácticos y estratégicos. Pero siempre todo encarado en pos del juego, y no del resultado. El formador busca ver reflejados el día del partido, todos los aditamentos técnicos, tácticos y estratégicos que se van inculcando semanalmente. Yo tengo que ver crecer al jugador, si la sabe parar, si la sabe pasar, si maneja bien los dos perfiles del cuerpo, si empieza a tener conocimiento de la posición. Si entiende la posición, va a empezar a comprender que es la posesión, y una vez que esté esto, podemos jugar con un equipo más corto o más largo, más rígido o más flexible. Esos valores ya se van viendo entre los 10 y los 15 años. Ahí el futbolista se empieza a perfilar y, desde los 15 años, podemos saber quién tendrá una proyección para primera división, y quién no.
Se trabaja siempre con la pelota porque con ella se juegan los partidos.
- ¿A los 15 años, tan temprano?
- Sí, es en esa etapa cuando el entrenador, si es buen observador, se dará cuenta de que el chico ya no está más para la novena, octava o séptima división; y tiene que ir para arriba. Porque en ciertos casos es inútil tenerlo allí cuando ese adolescente que se destaca tiene que explotar en otro ámbito. No es lo mismo dejar que se desarrollen entre los chicos de su edad, que ubicarlos al lado de grandes jugadores que lo sabrán llevar y lo harán crecer, como en el caso de Messi, en su momento, junto a Puyol, Iniesta, Xavi y compañía. El formador tiene que estar capacitado para descubrir a estos talentos.
- ¿Y en la tercera etapa, entre los 16 y los 20 años?
- Aquí ya se incorporan aditamentos físicos, pero siempre trabajando con el balón. Se entrena bastante sobre la táctica, y se agregan las tareas específicas por líneas, con jugadores individuales o en grupos, para que el futbolista se vaya habituando a lo que será la primera.
- ¿Por qué siempre se trabaja con la pelota?
- Primero y principal, se trabaja siempre con la pelota porque con ella se juegan los partidos. A mí me gusta que el jugador no sólo tenga ritmo de carrera, sino también ritmo de juego, que es la velocidad que le imprimimos a la pelota para que haya elaboración y tenga fin. La idea es que en diez, quince, veinte pases, con mayor o menor velocidad de pelota y con poco desplazamiento de los jugadores, se mueva al equipo rival de tal manera que nuestro delantero termine quedando mano a mano con el arquero. Mientras que hacer foco en el ritmo de carrera es como normalmente se trabaja en la Argentina. Sacala por afuera, tratá de llegar al fondo, tirá un centro; es decir, en dos o tres contactos tenés que meter una pelota en el área, cuando no llegó ni el delantero ni los volantes, y entre el delantero y el último defensor me quedan 60 o 70 metros. ¿Y si esa pelota sale rechazada y aparece en el medio, cómo hago para cubrir los espacios? Eso es lo que hay que trabajar durante las etapas de formación.
Todo esto lleva años de trabajo. Pero si se hace, el jugador tendrá todas las herramientas necesarias desde la estrategia y la táctica, para resolver dentro de la cancha. Y ahí es donde ellos las van a necesitar, porque los entrenadores, durante el partido, no jugamos nunca.
Se acabó el café. Hace rato que se acabó, en realidad. Facundo sigue hablando y escuchando. Charlando, reflexionando, explicando. Alvanezzi es un apasionado del fútbol. Y lo que sabe, lo comparte.